viernes, junio 16, 2006

Fiesta, Fiesta, Yo Quiero más Fiesta




miércoles, junio 14, 2006

Lo prometido es deuda: Mi Día de Novia

Cada día que pasa me siento peor por no actualizar mi blog. Es que tengo tantas cosas que contar que no sé por dónde ni con qué partir. Sé que debo contar acerca de mi matrimonio, pero son tantas las emociones y los sentimientos que me traen ese día que de verdad que no sé cómo hacerlo. Si seguía así, lo más seguro es que no escribiera nunca. Por eso, en vez de seguir craneándome, decidí pegar la "biografía" que el sacerdote que nos casó me pidió que escribiera y que le mandara. Y dice así:

Desde chica siempre soñé con el día de mi matrimonio. Hoy me doy cuenta que ni se asemeja a cómo lo había soñado, si no que fue muchísimo mejor. Y todo se debe al hombre que tengo al lado, el hombre que me ha hecho la mujer más feliz del mundo desde que nos pusimos a pololear, el hombre que me recibió en el altar el tan esperado 29 de abril.

Quizás mi historia con Gabriel no da para escribir un libro ni para filmar una película, pero para mí es la historia de amor más maravillosa que he conocido, y ¡qué suerte la mía! Yo soy la protagonista.

La primera vez que vi a Gabriel fue en un restaurante en Reñaca, donde él trabajaba como mozo. Yo fui con mis amigas a almorzar y mis ojos en seguida se fijaron en él. No cruzamos ni una palabra, pero me acuerdo muy bien de ese día. Quién iba a pensar en ese entonces que ese guapetón de ojos verdes iba a ser el hombre que me iba a acompañar durante toda la vida.

Nos conocimos en noviembre del 2002. Gabriel vivía en Viña pero había venido a Santiago a visitar a su hermano que ya estaba trabajando acá en la capital. Ese día me junté con unas amigas en la noche y dos me convencieron para que fuéramos a bailar. Y partimos, yo con cero expectativa, sin siquiera sospechar que esa noche mi vida iba a cambiar para siempre.

Ahí estaba otra vez, el mismo guapetón de ojos verdes que un día había visto en el restaurante de Reñaca. Flechazo, amor a primera vista, enamoramiento inmediato… no sé cómo llamarle pero la verdad es que a mí me gustó apenas crucé una palabra con él.

Así fue como comenzamos una amistad media extraña. A veces él venía a Santiago y salíamos, yo también iba harto a Viña para verlo. Yo, enamorada hasta las patas, él, sin ninguna intención de terminar con su soltería. Dejamos de vernos varias veces, pero siempre volvíamos a encontrarnos. “El que la sigue la consigue” se convirtió en mi lema, y hoy puedo decir que realmente es efectivo.

Pasó el tiempo y Gabriel se vino a vivir a Santiago. Fue entonces cuando retomamos el contacto y pude ver la transformación más increíble de la que he sido testigo. Este personaje tan “escurridizo” estaba cambiando y mis técnicas de conquista empezaron a surtir efecto. Dios es grande y sabe por qué hace las cosas. Seguramente Él quería que estar con Gabriel me costara y fuera difícil al principio para que después yo valorara y disfrutara más el estar juntos. Y así ha sido. El día que Gabriel me pidió pololeo, el 27 de julio del 2003, yo no lo podía creer. Ahí, por primera vez, me sentí la mujer más feliz del mundo, sin sospechar que ese sentimiento me acompañaría durante todo el tiempo que llevamos juntos. Cada día que paso con Gabriel me siento la mujer más feliz y afortunada del planeta y he llegado a convertirme en un barril de felicidad sin fondo.

Llevábamos cinco meses juntos cuando me aceptaron para hacer la práctica en la CNN. Fue en ese tiempo que estuve en Estados Unidos cuando me di cuenta que lo nuestro era algo grande, algo demasiado fuerte, demasiado especial. A pesar de la distancia, nuestra relación creció y se fortaleció día a día, durante los tres meses que estuvimos separados. No necesitaba su presencia para sentirlo cerca, porque Gabriel ya vivía dentro de mi corazón y se había metido bien al fondo. En ese minuto me di cuenta que quería que se quedara siempre ahí, para toda la vida.

Gabriel es un hombre demasiado especial, una persona extremadamente luminosa. Yo me enamoré de su alegría, de esa luz que irradia y acarrea por todos los lugares donde pasa. Su presencia llena todos los lugares y espacios y hace que cada momento sea más mágico que el anterior.

Esa magia y su capacidad de hacer de todo algo especial se vieron fielmente reflejadas el día que me pidió matrimonio. Con una mentirita piadosa me convenció para que un día de lluvia lo acompañara a Valparaíso a andar en bote. Nos subimos en un barquito como para 10 personas, sólo nosotros y el botero. En la mitad del mar el bote paró y Gabriel me reafirmó la promesa que me había hecho el día que nos pusimos a pololear: cuidarme, quererme y protegerme, - Pero esta vez, la quiero extender para toda la vida – me dijo, mientras me mostraba el anillo más maravilloso que he visto. Yo, emocionada hasta las lágrimas, no cabía en mi cuerpo de tanta felicidad.

Desde ese entonces ya han pasado varios meses, y no ha habido ningún día en que no me sienta la más afortunada. Con sus gestos, detalles y con cada una de sus palabras, Gabriel me confirma que somos dos piezas de rompecabezas de calce perfecto, que Dios creó con el fin de hacernos extremadamente felices y de demostrarnos que el amor es la base más sólida para construir algo indestructible.

Sé que el matrimonio no es fácil, pero también sé que ambos estamos 100% dispuestos a poner todo de nuestra parte, con la comunicación y la alegría que nos ha caracterizado durante los tres años que llevamos juntos. Su cara es la que quiero ver todos los días a mi lado cuando me despierte, su risa es la que quiero escuchar cada vez que digo una tontera, sus abrazos son los que quiero recibir cada vez que necesite uno con urgencia, su mano es la que quiero sostener para que me acompañe en cada paso que doy. Nunca me imaginé a ninguna otra persona a mi lado el día de mi matrimonio, porque nadie me llena y me complementa como él lo hace.

Por otro lado quiero ser yo la mamá de sus hijos, quiero que él vea en mí una compañera, siempre presente en las buenas y en las malas. Quiero verle los ojos y saber inmediatamente lo que le pasa, quiero conocerlo en todas sus facetas y estados de ánimo, quiero apoyarlo en sus proyectos y también aterrizarlo en sus ideas locas. Quiero verlo envejecer y envejecer yo a su lado.

Ya dimos el gran paso y a pesar de los nervios y ansiedades típicos del primer tiempo, estoy tranquila, ya que sé que Dios está de nuestro lado… Él nos acompañó durante todo el pololeo, cruzando nuestros caminos y haciéndolos uno sólo. A mí no me queda más que tratar de hacer de ese camino la mejor de las rutas para llegar a estar juntos eternamente. Yo pondré todo de mi parte para hacerlo feliz y no me cabe duda que Gabriel lo hará conmigo, tal como lo ha hecho durante todo el tiempo que llevamos juntos.


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